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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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15-04-2013

 

 

 




 

 

Uruguay

Un oscuro sobre blanco

SURda

 

 

Brecha

 

Amodio Pérez

 

Como en el caso de otras publicaciones (La Diaria, El País, La República, hasta donde se sabe), Brecha recibió, el 26 de marzo pasado, un sobre blanco dirigido al director, con matasellos del correo español, remitido por un tal André Touan desde la dirección del Café Tortoni de Buenos Aires. El sobre contenía un escrito de siete carillas y media, en la última de las cuales aparecía una firma y una contrafirma atribuyendo el texto a Héctor Amodio Pérez, uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tumaparos, cuya existencia es un misterio desde que, en una fecha no establecida de mediados de los años setenta, los militares de la dictadura permitieron que se “fugara” junto con su compañera Alicia Rey Morales. Se sabe, positivamente, que Héctor Amodio colaboró con los militares tras su última detención en febrero de 1972 y que el alcance de esa colaboración llevó a los dirigentes del mln a declararlo traidor y condenarlo a muerte. Militante del Partido Socialista en sus orígenes, de oficio fotograbador, militante del Sindicato de Artes Gráficas en tanto obrero de imprentas y de diarios, Amodio tuvo responsabilidad como organizador de notorias acciones del mln, entre ellas una fuga masiva de la Cárcel de Mujeres y la toma de Pando. Fue detenido en tres oportunidades: la primera en mayo de 1970, después a fines de febrero de 1972 y finalmente en mayo de 1972; se fugó en dos oportunidades de la cárcel de Punta Carretas, primero en setiembre de 1971, en lo que se denominó el Abuso, junto con otros 110 reclusos que recorrieron un túnel de casi 40 metros excavado desde el interior del penal, y después el 12 de abril de 1972, en El Gallo, huyendo por las cloacas con otros 11 tupamaros. Debido a serias sospechas sobre su conducta, política y personal, Amodio fue dado de baja de la organización poco antes de ser detenido la última vez, cuando los militares centralizaban las operaciones contra los guerrilleros y los cuarteles, abarrotados de detenidos, se transformaban en cámaras de tortura.
Recluido en el cuartel del Batallón Florida (ubicado en el Buceo, demolido en los años setenta, donde ahora se levanta una cooperativa de viviendas en cuyos cimientos se presume que permanecen los restos de algunos prisioneros) Amodio concretó su pase a las filas enemigas, aportó informaciones cruciales y facilitó el apresamiento de militantes; en un texto escrito mientras permaneció en los cuarteles (primero en el Florida y después en el Quinto de Artillería) Amodio intentó justificar su traición.
Por esas razones, una “reaparición” de Amodio tras 40 años de silencio tiene su natural importancia desde un punto de vista periodístico. Pero a la hora de tratar responsablemente tal información era necesario cumplir ciertos pasos de verificación.
Como quedó consignado en informaciones publicadas por los diarios arriba mencionados, a Brecha tampoco le resultó posible confirmar plenamente la identidad del autor. Hubo diferentes criterios: El País (al parecer obligado por una información de El Observador que, con un extraño criterio, se adelantó a informar en su edición on line que su colega matutino tenía en su poder el documento) publicó extractos de la carta y especuló con su autenticidad basándose en la opinión de fuentes consultadas, tanto de ex guerrilleros como de ex represores. La Diaria y La República, en cambio, se abstuvieron de ofrecer el documento a sus lectores, total o parcialmente, aunque en sus indagaciones recabaron las mismas opiniones que El País, en algún caso de las mismas fuentes.
Brecha no fue una excepción. La carta no sólo era una primicia; la historia de un traidor siempre tiene un atractivo periodístico especial. Desde el comienzo de la Semana de Turismo, los periodistas de la casa agotaron los recursos para confirmar alguno de los dos extremos: o el documento es de Amodio, o alguien elaboró su falsificación. Por cierto que el camino más directo es consultar al propio involucrado, pero las señales enviadas en ese sentido al cierre de esta edición no han arrojado ningún resultado. Como no presumimos de la exclusividad de la idea, descontamos que, hasta ahora, ningún medio nacional ha logrado conversar directamente con Amodio.
Ese silencio plantea una dificultad. ¿Qué hacer? Por un lado Brecha hizo numerosas consultas a ex guerrilleros que, de una forma u otra, tuvieron un relacionamiento directo y estrecho con Amodio. Muchos de ellos han sido entrevistados en los últimos días, y algunos han reconocido que se inclinan por creer que la carta es auténtica, es decir, que fue escrita por Amodio. Por otro lado, se hacía necesario un análisis de las afirmaciones contenidas en el texto (así como de las omisiones históricas) y por tanto una serie de consultas para rellenar los huecos, que no son muchos, que presenta el texto.
El Consejo de Redacción de Brecha llegó a la conclusión de que el documento plantea serias dudas sobre la identidad de su autor, aunque otros elementos hacen creíble la autoría de Amodio; los “baches” detectados, sin embargo, subsisten como algo sustantivo. Asimismo, Brecha consideró que el hecho de que se hayan divulgado ciertas partes del contenido (aquellas que Amodio no había encarado en su proyecto de libro o que en este texto ofrecen un ángulo nuevo) no modifica sustancialmente la decisión de no publicarlo, por ahora.
A nuestro juicio, tanto o más importante que la identidad del autor, es la intención que juega tras la aparición de este documento. No tenemos una respuesta que contemple todos los aspectos. Sea de Amodio, o de alguien que pretende poner las afirmaciones en su boca, el documento persigue objetivos políticos varios, algunos obvios y otros no tanto. Y en todo caso no se percibe la intencionalidad última.
Una explicación para fundamentar la decisión de no publicar la carta –y no hacer consideraciones a partir del texto que, nos consta, podrían aportar a los lectores elementos para completar algunos de los misterios que perduran respecto de la historia de la represión reciente– es la responsabilidad periodística referida a la legitimación de la fuente y a la autenticidad de la información que aporta.
Otra explicación tiene que ver con las intenciones: la duda sobre la identidad del autor nos plantea el deber de rechazar la manipulación, así perdamos una primicia o la posibilidad de ofrecer un informe sustancioso. Sin duda, esta carta implica un operativo político y Brecha no quiere ser instrumento de esa maniobra, más cuando hay, repetimos, elementos sospechosos que enturbian más aun el complejo panorama. Introducirnos en la valoración de esas sospechas implica instalar la manipulación.
Si la carta es realmente de Amodio Pérez, Brecha lo invita para un encuentro que facilite una entrevista, y le ofrece las seguridades de que serán respetados tanto sus dichos como las condiciones para ese encuentro entre periodistas y entrevistado; eso sí, sin off the record. n

Consejo de Redacción

La firma

En el marco de la investigación que este semanario inició a fin de verificar la autenticidad de la supuesta carta de Héctor Amodio, además de la revisión de documentos de la época y las charlas con varios integrantes y ex integrantes del mln-t, se consultó a la vicepresidenta de la Asociación de Peritos Calígrafos del Uruguay, escribana María Gabriela March Urdangarín. Luego de examinar la firma estampada en la carta que recibió Brecha y compararla con otras rúbricas del supuesto autor, March explica que: “Si bien se analiza de manera acabada la firma dubitada a efectos de determinar la autenticidad o no de la misma, resulta que como material indubitado sólo cuento con dos firmas, una de ellas del año 1970 y otra del año 1972 y que no han sido aportadas sino en su carácter de reproducciones, este extremo no habilita a la realización de un estudio con las garantías suficientes como para encauzar una conclusión científica”. Por tanto el análisis “no puede siquiera tener el carácter indiciario de determinación de autenticidad”.
Aunque queda claro que no existen suficientes elementos de comparación caligráfica, March aporta una serie de aspectos sobre la rúbrica de la carta: “Responde a elementos gráficos que encartan dentro de caracteres automáticos, realizados de forma rápida, la misma se estampa sin tremulaciones, paradas, retomas ni retoques y en relación con las aportadas como auténticas es dable señalar que existen algunos elementos de concordancia entre los trazos tomados de forma genérica”.



 
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